martes 21 enero 2025
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“LOS PADROTES DE TLAXCALA”, LECTURA OBLIGADA


30 julio, 2024

(Fabián Robles/30 de julio 2024) El libro “Los padrotes de Tlaxcala. Esclavitud sexual en Nueva York”, es la continuación de la saga sobre el tema que inició en el año 2004 con la publicación de “Un grito silencioso. Tráfico de mujeres en México, caso Tlaxcala”, coordinado por Óscar Arturo Castro, y publicado por la máxima casa de estudios de la entidad.

Creo que, a partir de ese texto, la saga continuó –al menos con algunos de los textos que conozco, y he leído-, con el libro titulado “Tierra de padrotes” de la colega Evangelina Hernández Duarte, editado en el año 2015.

Después vendría “Prostitución y lenocinio en México siglos XIX y XX, de Fabiola Bailón Vásquez, publicado en 2016, aunque no recuerdo que las autoras de estos últimos los hubieren presentado aquí, en el estado.

A esos textos se suma el que escribió en 2020 RosI Orozco titulado “Hoja en blanco”, en el que recoge varios testimonios de víctimas de sobrevivientes de ese flagelo.

Desde luego que, sobre la trata de personas, principalmente de la modalidad con fines de explotación sexual comercial, también se han escrito tesis muy interesantes, bien investigadas y que son un referente ineludible cuando se aborda el tema, como por ejemplo la del doctor Óscar Montiel.

Los textos a los que me he referido abordan de manera importante las distintas condiciones y características de este flagelo que, desafortunadamente, ha sentado sus reales en gran parte del territorio tlaxcalteca, aunque las autoridades de ayer y de hoy lo nieguen.

De los alcances de ese fenómeno, quienes colaboran en el Centro Fray Julián Garcés, tienen la información precisa.

También hay que recordar el trabajo que han hecho en distintas épocas medios de comunicación como El País y The New York Times, por ejemplo; pero también es justo reconocer la labor de colegas de aquí del estado, mujeres y hombres comprometidos, a quienes el tema les ha interesado y lo reportean con seriedad.

Sin embargo, hay que reconocerlo, aunque no es un tema nuevo sino recurrente, y lo digo con todo respeto y sin ofender a nadie, desde aquí, desde la entidad, no hemos reporteado este asunto como lo ha hecho Juan Alberto Vázquez, desde una óptica distinta y muy poco explorada.

Es decir, no lo hemos abordado a partir de lo que sucede en los juicios, en las audiencias, ni a partir de lo que devienen esos procesos, en alguna Corte de los Estados Unidos, en las que se ven involucradas familias enteras de proxenetas oriundos de Tlaxcala.

Lo más que hemos hecho es escribir textos sobre las sentencias a las que son sometidos muchos integrantes de esos clanes, la mayoría de Tenancingo. Pero lo hacemos solo cuando tenemos la información obtenida a través de fuentes indirectas, pero nunca desde el lugar privilegiado que tiene Juan Alberto, quien radica desde hace más de una década en NY donde ejerce el periodismo.

Y que conste, no es porque no queramos, si no por las dificultades a las que nos enfrentamos, principalmente por la distancia y lo costoso que sería para que alguno de nosotros pudiera viajar hasta el vecino país del norte y estar ahí, presentes, en esas audiencias, y reportear.

Por eso considero que “Los padrotes de Tlaxcala” es el eslabón perdido de todo ese fenómeno, de todos esos casos que, incluso, para algunas personas pueden resultar inverosímiles a partir de creer que es imposible que, por tratarse de un estado tan pequeño, pueda existir tanta gente dedicada a esa actividad ilícita y con alcances internacionales.

Insisto: este texto es el eslabón perdido para explicar y entender mejor el problema y sus consecuencias.

Ahí radica la importancia de éste, el segundo libro de Juan Alberto, porque a partir de varias audiencias y sentencias que él conoció de primera mano, ofrece pormenores que ayudan a entender y comprender, de mejor manera, la magnitud del problema.

En las 284 páginas de su obra, Juan Alberto no solamente plasma valiosos testimonios de mujeres víctimas de este delito, sino también detalles del actuar de jueces, abogados defensores y de los mismos proxenetas durante las audiencias.

Recoge información valiosa de documentos oficiales, declaraciones firmadas, testimonios, e incluso de cartas –escritas de puño y letra- de familiares, compadres, amigos y hasta de autoridades de municipios de Tlaxcala, en las que lo mismo hablan de falsas bondades de los acusados, que claman por penas no tan severas para los proxenetas.

Todo, con el fin de ablandar, de conmover a los jueces…aunque no consigan lo que buscan.

Pero no solo eso, Juan Alberto incluye datos de las ganancias millonarias, en dólares, muchos dólares, obtenidas por esos grupos delincuenciales; aporta fechas precisas de aquellos casos de quienes han sido detenidos y en algunos otros extraditados desde México, y de otras personas que ya han cumplido sus condenas, o están a punto de salir de la cárcel.

Es el caso, por ejemplo, de Eliú –uno de ocho hermanos del clan de Los Carreto dedicado a esa actividad ilícita, y una de las primeras bandas desarticuladas por el gobierno de los Estados Unidos-, quien fue sentenciado a seis años y seis meses de cárcel, y recobró su libertad el 30 de noviembre de 2009, a los 42 años de edad.

O el de la madre de Eliú, Consuelo, quien en agosto de 2014 cumplió su condena de diez años de cárcel.

O el de José Gabino Romero, quien el 26 de mayo de 2020 fue puesto en libertad y devuelto a las autoridades migratorias para su deportación a México.

O el de Benito López, quien fue sentenciado por una Corte Federal de Brooklyn a una pena de 18 años de prisión y saldrá libre el 28 de noviembre de 2025.

O el de Anastasio Romero, quien fue enviado a la prisión federal de Big Spring en Texas, la cual abandonará el 4 de febrero de 2027.

Juan Alberto Vázquez calcula que en Estados Unidos hay más de 200 detenidos, tlaxcaltecas todos, hombres y mujeres, más aquellos, acusados por diversos delitos que tienen como fin último el proxenetismo.

También han sido más de 100 las víctimas rescatadas, y más de 50 infantes recuperados, aunque hay muchas víctimas que no alcanzaron a salir de esa forma de esclavitud.

Sin embargo, el colega eligió solo los casos relacionados con integrantes de cinco familias de tlaxcaltecas dedicados a ese lucrativo negocio, aunque pudo incluir en su libro otros tantos, porque material hay, y de sobra.

Solo baste decir que, tan solo en lo que va de este siglo, se han abierto acusaciones contra proxenetas oriundos de Tlaxcala en al menos 13 estados de la Unión Americana. No por nada, en algún momento de esta centuria, varios de los integrantes de esas bandas fueron incluidos en la lista de delincuentes más buscados por parte del FBI e Interpol.

En la lista de Juan Alberto no podía faltar el emblemático caso de Los Carreto, algunos de cuyos integrantes fueron sentenciados hasta a 50 años de prisión, ni el de los Meléndez Rojas que purgan condenas de casi 40 años. O el de Los Granados y Los Rendón.

Con la quinteta de casos que aborda –aunque para contextualizar también hace referencia a otros más-, traza una línea de tiempo que parte desde el año 2004 y eso, según lo que me dijo en una entrevista, “le da mucho sentido a la narración”.

Todo eso que incluye el libro “Los padrotes de Tlaxcala”, nos lleva a recordar que “algo está sucediendo”, pero también algo que no se está haciendo por parte de las autoridades en sus distintos niveles de gobierno. Y eso es lo grave, porque en México sigue la impunidad, mientras el modelo de delinquir se repite. Ni siquiera las condenas impuestas por autoridades del vecino país del norte sirven para inhibir ese delito. ¿Será acaso porque de este lado no se conocen?

Para su obra, el autor utiliza la realidad como materia prima. Historias necesarias que merecen ser contadas. Por eso, como buen periodista, escarba hasta encontrar la esencia de los relatos, sin recurrir a subterfugios, y aunque contextualiza con datos del modus operandi, ofrece algo distinto al lector.

El periodista español Miguel Ángel Bastenier, maestro de la escuela de El País y de la Fundación García Márquez en Colombia, solía decir que “el periodismo es un oficio de precisión, no de aproximación”.

Y eso es lo que hace justamente en esta obra literaria Juan Alberto Vázquez: un periodismo de precisión, con datos exactos para reconstruir el pasado, percibir el presente y adelantarse al futuro.

Para lograrlo, recurre a diferentes recursos como la interpretación, el conocimiento propio y los informes o documentos públicos; interioriza sobre la personalidad de los proxenetas cuando enfrentan a la justicia y están en una etapa de negación y de sentirse atacados, como si los delitos en que incurren no fueran graves.

Desnuda la doble personalidad y desenmascara también a quienes podrían ser actores de reparto en una puesta en escena: es decir, no únicamente centra su atención en los padrotes, sino en otros personajes conexos que cobran relevancia por su participación en las estructuras delincuenciales.

Juan Alberto hace suyos verbos que son esencia del periodismo: observar, preguntar, verificar, investigar, interpretar y cuenta primicias que no se han explorado.

Su aporte con este libro, también me lo dijo en una entrevista, es compartir lo que ve y observa desde Nueva York; eso que la gente no ha visto, o no quiere ver: la “normalización” del fenómeno.

Incluso, con ese ojo crítico que tienen los buenos periodistas, encontró fallas, contradicciones, lagunas, que para muchas personas pasan desapercibidas, pero no para un reportero con oficio.

Sus maestros, dice, son leyendas del nuevo periodismo –que, por cierto, ya no lo es tanto, porque data desde los años 60 del siglo pasado- como Gay Talese y Tom Wolf, de quienes ha aprendido cómo llevar hechos a una narración.

Porque el llamado nuevo periodismo trata de eso: de escribir de no ficción, a partir de la mezcla de recursos literarios (diálogos, descripciones) con técnicas periodísticas (como la investigación, las entrevistas) para narrar hechos verídicos.

De Gay Talese, infiero que Juan Alberto lo considera su maestro porque el autor de la excelente crónica “Sinatra está resfriado”, dijo en una entrevista para la revista Gatopardo que “su ambición siempre ha sido contar historias que no eran, o que al menos nadie veía con esa posibilidad.

Por eso el afán de Juan Alberto de buscar, para luego compartir, el sino de personajes oscuros y olvidados; de descubrir situaciones relevantes que, sin su dedicación, no serían atendidas como ésta, la otra cara del proxenetismo, el rostro olvidado que son los juicios y las audiencias en distintas Cortes de Estados Unidos.

Es así que Juan Alberto incursiona con “Los padrotes de Tlaxcala”, en lo que Gay Talese define como “la literatura de la realidad”; o en lo que Tom Wolf llama la literatura organizada, de intenso realismo social, basada en el mismo y laborioso trabajo de investigación que emplea el nuevo periodismo.

O como dijera Alfredo Campos Villeda en el prólogo de este libro: “porque reportero siempre, el oficio manda”. ¿Y qué manda? Investigar siempre.