20 septiembre, 2023
(Fabián Robles/20 de septiembre 2023) “Reconozco que me equivoqué y sí: es el error más grande de mi vida política”, dijo más que enojado, decepcionado y dolido, Mariano González Zarur, al referirse a su sucesor Marco Antonio Mena Rodríguez.
El sorpresivo mea culpa del penúltimo gobernador priista tuvo lugar la mañana de aquel miércoles 12 de junio de 2019, en la sala de su domicilio particular en Santa Anita Huiloac, en el municipio de Apizaco.
Convidados a tomar una taza de café, acudimos a la cita Eugenio Sánchez Santiago, Erick Fernández Dávila y este reportero. La plática discurría sobre temas políticos, pero de pronto dio un giro inesperado.
Vino entonces la confesión del arrepentimiento, dos años y medio después de la asunción como gobernador de Tlaxcala del maestro en Políticas Públicas por la Universidad de Chicago.
Para entonces, Marco Antonio Mena Rodríguez ya había perdido el piso. No escuchaba consejos ni atendía llamadas para ayudarle a enmendar sus errores. Ya era otro. El poder lo había cambiado.
“Me equivoqué, no era el indicado”, dijo una vez más González Zarur.
“¿Por qué eligió a Marco Mena como su delfín?”, fue la pregunta obligada.
“Creí que era la mejor opción para dar continuidad a un proyecto de Estado, no para el continuismo personal, pero ya ven…uno nunca sabe cómo va a reaccionar la gente a la hora de demostrar las lealtades”, respondió el hombre del mostacho ya entrecano.
“¿Por qué él y no alguien más?”, se le insistió.
“Mi otra opción real siempre fue Ricardo García Portilla (exsecretario de Finanzas y exdiputado federal por aquellos años), pero al final me decidí por Marco”, se sinceró el político que recuperó el gobierno de Tlaxcala para el PRI, después de dos sexenios en manos del PRD y el PAN.
“Dígame eso en una entrevista. Es una bomba”, le pedí a Mariano González.
“No es el momento”, atajó.
“¿Y cuándo será ese momento?”, le insistí.
“Cuando sea el momento (sic)…ahora no. Además, ya estoy retirado de la política y me mantengo alejado de la política”, atajó.
“Si va mañana al aniversario de don Emilio (Sánchez Piedras), puede ser un buen momento para la entrevista”, sugerí.
Mariano González Zarur aun no decidía si asistir o no al acto para recordar al exgobernador que inició la transformación de Tlaxcala entre los años 1975 y 1981.
Como cada 13 de junio –fecha del fallecimiento del llamado “Zorro plateado”- la clase política estaba invitada a la ceremonia luctuosa en el zócalo de Apizaco. Infaltables los representantes de los tres poderes del estado.
Tras mucho insistir, y quizá para que ya lo dejara de fastidiar con la misma solicitud, Mariano González dijo que sí acudiría a la ceremonia.
“Ahí, lo veo y le doy la entrevista”, prometió.
INCÓMODO REENCUENTRO
La mañana de ese jueves 13 de junio de 2019, minutos antes de la ceremonia, llegó Mariano González, uno de los integrantes de la élite política creada por Sánchez Piedras en la década de los 70 del siglo pasado.
Como cada año, FM Centro transmitiría el acto en memoria del exgobernador. Micrófono en mano, en cuanto lo vi me acerqué para la entrevista pactada la víspera. No sé si en otro momento Mariano González ya había desvelado su arrepentimiento a alguien más, pero sin duda que se trataba de una exclusiva.
“No voy a dar entrevistas”, atajó antes siquiera de saludar.
“Pero usted prometió que hoy declararía lo que nos dijo ayer”, le reviré.
“Ayer fue ayer. Hoy no es el momento”, dijo el exmandatario y encaminó sus pasos hacia las decenas de sillas dispuestas para la ocasión bajo una gran lona blanca.
A Juan Luis Cruz, reportero del periódico La Jornada de Oriente, tampoco quiso darle una entrevista, pese a la insistencia.
Y ni modo de pasar desapercibido. Su presencia levantó una ola de murmullos. Los rostros de mucha gente de la política no ocultaban la sorpresa de verlo así, como si nada. “El amo” (como muchos le dicen por su condición de hacendado), estaba de vuelta en la escena pública, después de meses sin saber nada de él.
Dueño de la situación, saludó a varios hasta que llegó al lugar dispuesto para él, en primera fila faltaba más, flanqueado por Alicia Fragoso Sánchez y Tomás Munive Osorno; ella, procuradora, y él, secretario de Educación, en el sexenio marianista.
Los minutos pasaban lentos, pesados, en un ambiente por demás tenso. Se trataba del reencuentro de dos hombres del poder: Mariano, que salía del ostracismo; y Marco, en la cúspide de su vertiginosa carrera política.
Un auténtico choque de trenes en Apizaco, una ciudad surgida de rieles y máquinas de ferrocarril. Vaya paradoja.
El reencuentro, casi 13 meses después de la estrepitosa derrota del otrora partidazo en los comicios de julio de 2018 cuando el PRI perdió todas las senadurías, y las diputaciones federales y locales en juego, además de la presidencia de la República.
Muchos priistas de cepa sabían que Mariano González Zarur decidió no meter las manos en aquellos comicios, ni siquiera porque su vástago del mismo nombre fue candidato por el Distrito I a la Cámara Baja del Congreso de la Unión.
Merced al incumplimiento de acuerdos políticos al más alto nivel, desde entonces ya se rumoraba la ruptura con Marco Antonio Mena, a quien dejó solo con su soberbia en la conducción del barco.
Por eso, a principios de julio de 2018, una semana después de esa debacle priista, el propio gobernador convocó a los integrantes de su gabinete a una reunión en el Centro de Convenciones de Tlaxcala para hacer el recuento de los daños…y también para romper, en definitiva y públicamente, con el marianismo.
“Vamos a dejar atrás, en definitiva, actitudes patrimonialistas, aspiraciones dinásticas o de apellidos o linajes como criterio”, sentenció Mena Rodríguez en clara alusión al marianismo.
Luego endilgó una cascada de reproches a sus colaboradores y justificó que la derrota fue por “el agotamiento de muchas estructuras, actitudes y formas de hacer política, la falta de compromiso en el desempeño de la función pública, el desgano y ausencia de resultados, indiferencia, apatía y deslealtad”.
Sin decir nombres, Marco Mena acusó también traiciones, y cuestionó a sus colaboradores: “no es aceptable ni admisible que un funcionario sin dar resultados obre y se exprese mal del propio gobierno. No se dan cuenta que se denigran a sí mismos”. El mensaje no tuvo destinatario a alguien en especial.
Incómodos por el regaño, no solo funcionarios de origen priista, sino también de otros partidos como el PRD, se removían inquietos en sus respectivos lugares, sabedores de sus culpas. Sudaban y no sabían cómo disimular, pues a donde voltearan encontraban miradas acusadoras, de reproches mutuos.
Cínicos, aplaudían sin querer queriendo el discurso de su jefe político. No les quedaba más, sabedores que sus cabezas estaban en el cadalso y ya hasta se rumoraba el nombre de más de uno que sería removido.
Lo peor vino cuando el último mandatario priista (bueno, por lo menos apoyado por el tricolor) les leyó la cartilla: “o es sí o es no. Hay quienes no quieren estar en el gobierno ni con el gobierno, no los vamos a tener a fuerza”.
El rompimiento con su creador, Mariano González Zarur, era un hecho. No habría marcha atrás.
Por eso la mañana del 13 de junio de 2019, Marco Antonio Mena demoró mucho en llegar al zócalo de Apizaco para encabezar el homenaje luctuoso al exgobernador Emilio Sánchez Piedras.
Cercanos colaboradores al entonces mandatario priista dijeron que, molesto por la presencia incómoda de su antecesor, decidió analizar si llegaba o no al acto protocolario.
A bordo de su camioneta, allá por la rotonda donde se encuentra una máquina de ferrocarril en la ciudad de Apizaco, esperó y esperó, hasta que decidió acudir a la cita con la clase política local, sabedor que, si no lo hacía, un alud de críticas se le vendría encima y todos deducirían que habría sido por temor a reencontrarse con su moderno Víctor Frankenstein.
En ese ínter, se mencionó la posibilidad de que en representación de Marco Antonio Mena acudiera alguno de los funcionarios de su gabinete, pero ya no fue necesario: él se armó de valor y cumplió.
Inevitable el brevísimo saludo, Mena Rodríguez solo tendió su mano derecha a Mariano González, pero no hubo apretón efusivo como suele suceder entre amigos.
“Gobernador, ¿cómo está? Buen día”, alcanzó a decir el apizaquense.
Con prisa, el ahora director de la Lotería Nacional (Lotenal) en la administración de Morena, deshizo rápido el enlace de manos con su antecesor y evitó el abrazo hipócrita, típico entre políticos, que sí intercambió con el diputado federal José de la Luz y el senador Joel Molina.
POR MI CULPA, POR MI CULPA, POR MI GRAN CULPA…
Cuatro años después de ese inevitable encuentro en Apizaco, Mariano González Zarur y Marco Antonio Mena Rodríguez otra vez estuvieron en el mismo lugar, sin hablarse, vivos los rencores, incontenibles los enconos del primero hacia el segundo.
Al conjuro del nombre de Tulio Hernández Gómez –fallecido el sábado 16 de septiembre en su casa de Tizatlán-, ambos acudieron al homenaje póstumo del exgobernador y exesposo de la actriz Silvia Pinal, realizado en el patio central de la sede del Poder Ejecutivo en la ciudad de Tlaxcala.
Fuera de Palacio de Gobierno, el domingo 16 de septiembre, Mariano González fue entrevistado por reporteros de distintos medios.
Ahora sí se atrevió a decir en público lo que tanto se había guardado respecto de su pupilo y sucesor, Marco Antonio Mena, hijo del profesor Antonio Mena Montealegre, secretario de gobierno con Beatriz Paredes Rangel.
“El culpable de todo soy yo porque lo inventé en cinco años”, respondió González Zarur cuando periodistas le preguntaron su opinión sobre el exsecretario de Turismo en el primer año de su sexenio, y quien es acusado de traidor por ayudar, supuestamente, a que Morena ganara la gubernatura en los comicios de 2021 con la expriista Lorena Cuéllar como candidata.
Por eso no dudó en sumarse al coro de voces que tilda de traidor al ahora director de Lotenal: “¿pues dónde está; ¿A poco ayudó al PRI? Yo recuperé el poder para el PRI y dejé el poder para el PRI”, recordó González Zarur.
Alguno de los colegas le preguntó si se arrepiente de haber impulsado la carrera política de Marco Antonio Mena.
La respuesta fue sepulcral: “nada más me equivoqué. Ya pa’ qué me arrepiento, son hechos consumados. Él no tenía ninguna capacidad para ser gobernador, esa es la verdad. Yo pensé que sí la tenía, pero creció nuevamente la pobreza”.
En este último dato, Mariano González Zarur tiene razón: según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), la pobreza creció en la entidad 8.3% entre los años 2018 y 2020, al pasar de 51 a 59.3%.
Es decir, ese aumento significó que la cifra de tlaxcaltecas en esa condición pasara de 664 mil 800 a 800 mil 400, es decir 135 mil 600 más en el periodo referido.
En lo referente a la pobreza moderada, el organismo reportó que pasó de 47.7% a 49.4, es decir que en 2018 sumaban 622 mil 200 tlaxcaltecas en esa condición, y ya para 2020 eran 667 mil 500, lo que representó 45 mil 400 más.
Pero los datos más preocupantes son los relativos a la pobreza extrema que en el periodo referido pasó de 3.3% a 9.8, lo cual significa que la cantidad de personas en esa condición en el estado pasó de 42 mil 700 a 132 mil 900, es decir 90 mil 200 más, lo que representa un aumento de 214%.
Lo que no dijo Mariano González en la entrevista del pasado domingo 17 de septiembre fue que -al fin hombre educado en el poder y para el poder- con su decisión de imponer a su sucesor rompió con aquel principio muy de los priistas que ordena que “gobernador no deja gobernador”.
Él sí lo hizo y no solo eso: con sus recientes declaraciones dejó en evidencia que desde el inicio de su mandato vio en Mena Rodríguez a su sucesor. Por eso le creó una vertiginosa carrera política.
Ya no fue “el primer priista de la nación” quien decidió al candidato al gobierno del estado como marcaba la añeja tradición priista. Ahora fue el propio González Zarur el autor material e intelectual del clásico “dedazo”.
Aquello de que los mandatarios locales sólo pueden aspirar a ejercer su derecho de veto, mas no de propuesta en la definición de sus sucesores, quedó como parte de los mitos y ritos del priismo más rancio.
El proceso interno del cual surgió Marco Antonio Mena Rodríguez como candidato del PRI a gobernador en los comicios del 5 de junio de 2016, no fue más que una pantomima al más puro estilo del tricolor.
“Los diferentes sectores y organizaciones que integran el Partido Revolucionario Institucional se pronunciaron de manera unánime a favor de Marco Antonio Mena Rodríguez para que se registre como aspirante único a la candidatura al gobierno de Tlaxcala el día de mañana 6 de enero (…) la dirigencia nacional les ha comunicado la decisión que tomaron los sectores y movimientos del PRI a los aspirantes que firmaron el Acuerdo de Unidad por el futuro de Tlaxcala”, con esas palabras incluidas en un comunicado emitido el 5 de enero de 2016 se consumó la puesta en escena.
Anabell Ávalos Zempoalteca, Anabel Alvarado Varela, Ricardo García Portilla, Noé Rodríguez Roldán y María Guadalupe Sánchez Santiago, solo cumplieron su papel de comparsas en aquel proceso interno del PRI. No hay duda alguna que el gran elector fue Mariano González Zarur. Sus dichos confirman la historia.